viernes, 11 de abril de 2008

Tutoria 2: Los griegos y el Pensamiento Cientifico. Platon Unidad 2: Inicio de la historia en el pensamiento cientifico en occidente: El mundo griego

Unidad 2 – Modalidad virtual
Introducción al Pensamiento Científico
Unidad 2
INICIO DE LA HISTORIA DEL PENSAMIENTO CIENTÍFICO EN OCCIDENTE: EL MUNDO GRIEGO


Temas de la Unidad
La antigua Grecia y los comienzos del pensamiento científico.
Estructura de la sociedad en que pensaban los griegos, según Aristóteles: esclavos, hombres libres, lugar de la mujer, lugar del filósofo y papel de la filosofía en la polis.
El asombro como motor del conocimiento. Respuestas matemáticas y filosóficas a las preguntas que se planteaban los griegos. La demostración pitagórica de la inconmensurabilidad de los segmentos. Euclides y la formulación del lenguaje deductivo de las matemáticas.
El ideal platónico acerca del conocimiento: la alegoría de la caverna. Saber absoluto, concepción de la verdad e importancia de las matemáticas.
El pensamiento sobre el Ser en Aristóteles: la metafísica como filosofía. La jerarquía aristotélica de los conocimientos.

Bibliografía obligatoria
UNIDAD 2 en Orientaciones para es estudio de la bibliografía obligatoria de IPC, producido por UBA XXI y editado por Eudeba, 2007.
GEYMONAT, LUDOVICO, El pensamiento científico, Buenos Aires, Eudeba, 1994, Cuadernos de Eudeba Nº 37 ; caps. I y II; en incluido en Orientaciones...
PLATÓN, República, Buenos Aires, Eudeba, 1993; Libro VII: “Alegoría de la caverna”; e incluido en Orientaciones..., Buenos Aires, Eudeba, 2007.
ARISTÓTELES, Metafísica, Buenos Aires, Editorial Gráfico, 2004; Libro Primero: caps. 1 y 2.
GUIBER, NAIR TERESA, “El texto sobre la ciencia” en Guiber, N. T. (comp..), Ciencia: un camino entre continuidades y rupturas, Buenos Aires, Biblos, 1996; Introducción y “Estado actual de la cuestión”.



Tutoría 2: LOS GRIEGOS Y EL PENSAMIENTO CIENTÍFICO. PLATÓN Y ARISTÓTELES

Introducción
Te damos la bienvenida a esta tutoría con una frase inspiradora de Paulo Freire:

“Mujeres y hombres, somos los únicos seres social e históricamente, llegamos a ser capaces de aprehender. Por eso, somos los únicos para quienes aprehender es una aventura creadora, algo por eso mucho más rico que simplemente repetir la lección dada.”
(P., Pedagogía de la autonomía)

Ahora, vamos a continuar con la Unidad 2 de nuestro programa, que trata de los inicios del pensamiento científico en Occidente.

En esta tutoría, nos dedicaremos a conocer algunos aspectos de la antigua Grecia, pues la tradición afirma que allí surgió la investigación científica. Si bien se sabe que no fueron los griegos los primeros en desarrollar conceptos científicos en el área de las matemáticas y de la astronomía, a ellos se les reconoce el mérito de haber comenzado la investigación científica. Abordaremos la cuestión siguiendo Orientaciones... y el texto de Ludovico Geymonat.

Luego avanzaremos sobre el ideal platónico acerca del conocimiento y recorreremos algunos de los pasajes centrales de la “Alegoría de la caverna”. Terminaremos esta tutoría con los tipos y la jerarquía del conocimiento pensados por Aristóteles.


1- La antigua Grecia y el pensamiento científico

Los griegos fueron un pueblo excepcionalmente dotado para el pensar filosófico, seguramente por su carácter esencialmente humanista. Toda la cultura griega se desarrolla en torno al hombre y brota de la serena contemplación de la naturaleza humana. El arte griego representa al hombre armónico y bellamente potenciado, su arquitectura busca la serenidad en la contemplación del espectador, y la vida política se construye ajustada al verdadero espíritu del hombre. Este espíritu humanista hizo posible la reflexión filosófica y la investigación científica.

En el capítulo I, Geymonat trata los comienzos del pensamiento científico y señala dos interrogantes:

1. Si ya los pueblos egipcios y los pueblos asirio-babilónicos habían desarrollado nociones científicas, ¿por qué se considera que fueron los griegos quienes dieron origen a este tipo de pensamiento?

2. ¿Cuál es la originalidad del método demostrativo?

Sobre lo primero, digamos que fue el abordaje intelectual de los problemas, la manera abstracta de plantearlos y la pretensión de llegar a los principios generales que dieran cuenta del problema lo que marca el comienzo de la investigación científica. Lo novedoso es la actitud de ir más allá de la mera experiencia cotidiana y la rigurosa exigencia de un saber racional capaz de garantizar la validez general del conocimiento adquirido. En los pueblos orientales, la validez del conocimiento se limitaba a los casos particulares; es decir, se sabía, por ejemplo, que dos papiros más cuatro papiros eran seis papiros, pero no se llegaba a advertir la validez general del principio; no lograron la abstracción de que 2 + 4 = 6.

Los griegos, a partir de la comprobación de un teorema en varios casos particulares, supieron llegar a la demostración de su validez general. Y fueron todavía más lejos, porque a partir del reconocimiento de tal validez, admitieron también las consecuencias que el desarrollo racional enseñaba, aun aquellas que contradecían la experiencia y el saber filosófico.

Sobre el segundo interrogante, respecto de la demostración, recordemos que la lógica, como disciplina de estudio del razonamiento correcto, no se había desarrollado todavía, de modo que lo que podríamos llamar las primeras “demostraciones matemáticas” se apoyaban en conceptos antitéticos (contradictorios) que se consideraban evidentes. Trataban de demostrar las conclusiones siguiendo el método del absurdo, método que consiste en negar la afirmación que se quiere probar y mostrar que tal negación conduce a contradicción, quedando así probada la verdad de la afirmación inicial. Es precisamente esta exigencia de no admitir conjuntamente las categorías contradictorias lo que marca el carácter “científico” de estas primeras demostraciones.

Geymonat presenta, como ejemplo de razonamiento de la época, la demostración de la existencia de segmentos inconmensurables entre sí, afirmación que contradecía abiertamente la experiencia cotidiana y los principios de la filosofía pitagórica. No es necesario que sepan reconstruir la demostración; lo importante es que perciban el valor indiscutible que se otorga al conocimiento adquirido a través de la razón, aun cuando tal conocimiento contradiga las experiencias y las creencias más afincadas en el espíritu humano.

Otro aspecto que marca el camino que los griegos emprendieron hacia la ciencia tiene que ver con el impulso inicial que movió a los hombres a filosofar: la admiración y el asombro. Pero para hacer ciencia no basta con la mera contemplación admirativa: se requiere pasar de la contemplación a la acción. Es necesario contar con ciertos instrumentos y desarrollar ciertos medios (que hoy llamamos “técnicas”) para analizar aquello que causa asombro hasta conocerlo en todos sus aspectos. El modo de proceder de estas técnicas nos hará comprender tan acabadamente la razón de los hechos que sentiríamos asombro si se produjeran de manera diferente. Este pasaje de un asombro a otro es resultado de la actividad racional que emprendieron los griegos, quienes hallaron en la razón el instrumento adecuado para el conocimiento de la realidad.


El lenguaje común y el lenguaje científico

En el capítulo II, Geymonat se ocupa de las dificultades del lenguaje común, y de la formación del lenguaje geométrico, señalando aspectos que tienen que ver con:

1. los problemas del uso del lenguaje,

2. la sistematización lógica del lenguaje,

3. los factores extra-científicos (culturales, sociales y políticos) involucrados en el lenguaje.

El lenguaje puede ser considerado como la primera y la más espontánea de las técnicas de las que se valió el hombre para dominar la experiencia y para compartir con los otros su experiencia del mundo. Pero al pretender aplicar el lenguaje común a la actividad racional que comenzaba a gestarse, aparecieron dificultades intrínsecas que pusieron de manifiesto ciertos defectos en las estructuras lingüísticas utilizadas. Se inicia, entonces, una profunda reflexión sobre el lenguaje que conducirá a la formación del pensamiento científico.

En el siglo V a. C., la época más esplendorosa en la historia de la Grecia antigua, se consolida la democracia ateniense que, a diferencia de las democracias modernas (representativas), es una democracia directa, pues son los propios ciudadanos los que intervienen en el manejo de la cosa pública. Pero la actuación pública, para que sea eficaz, requiere de cierta preparación que permita exponer, defender y persuadir públicamente. Ese arte de la retórica era enseñado por los sofistas, quienes enseñaban a discutir con habilidad tanto a favor como en contra de cualquier tesis. Es decir que sin importar la verdad o la falsedad de lo que se discutía, se trataba de convencer al otro de la posición defendida. De esta manera, los griegos llegaron a desentrañar los misterios más ocultos en la articulación del lenguaje.

Geymonat presenta la famosa antinomia planteada por Zenón, discípulo del célebre filósofo Parménides, respecto del movimiento. Una antinomia es una paradoja o contradicción que la razón no puede resolver: frente a dos perspectivas igualmente racionales, pero contradictorias, la razón aparece incapaz de determinar la verdad de alguna de ellas. No es necesario poder reproducir el planteo de Zenón. Lo importante es comprender que aquí no se cuestiona la existencia del movimiento como hecho de experiencia: nadie pone en duda la existencia empírica del movimiento; de hecho, el movimiento es posible. Lo que se cuestiona es que el movimiento pueda comprenderse “racionalmente”; es decir, el concepto de movimiento y las consecuencias lógicas que de él se derivan encierran sutiles y extrañas dificultades que la razón no puede esclarecer.

Todo esto sirve para mostrar cómo un concepto tan sencillo y tan natural, como el de movimiento, entraña profundas dificultades que, hasta ese momento, el hombre no había imaginado. Éste y otros problemas planteados por los sofistas abrieron el camino a la investigación lógica y matemática de los siglos siguientes.


El origen del pensamiento científico

En Orientaciones..., insertos en la Unidad 2, encontrarán fragmentos de una obra clásica sobre este tema: De Tales a Aristóteles, escrita por el profesor Lloyd1.

Para abordar la cuestión de si la ciencia comenzó o no con los griegos, debemos primero aclarar qué entendemos por “ciencia”. Al respecto, Lloyd nos anticipa que la palabra ciencia es una categoría nuestra, propia de los tiempos modernos, pero no es una categoría que utilizaran los antiguos: no hay una palabra griega que corresponda a lo que nosotros llamamos ciencia, sino que, al contrario, traducimos por ciencia, vocablos griegos que, en rigor, no significan lo mismo.

En un sentido amplio, podemos entender la ciencia como un sistema de comportamientos a través del cual el hombre adquiere el dominio de su medio ambiente. Desde esta perspectiva, debemos admitir que siempre hubo rudimentos científicos.

Pero en un sentido más restringido, podemos entender la ciencia como un sistema de conocimientos que implica la comprensión sistemática de los fenómenos naturales, comprensión que cuenta con herramientas propias: la lógica y la matemática. Es en este segundo sentido que uno puede preguntarse dónde y cómo comienza la ciencia.

Se ha discutido largamente si es acertado hacer comenzar la ciencia con la cultura griega, despreciando cuanto de científico pueda haber en las culturas del Cercano Oriente. Los antiguos egipcios disponían, por ejemplo, de conceptos geométricos para la agrimensura, y los caldeos tenían profundos conocimientos sobre astronomía. Con una gran capacidad de observación y aprendizaje basado en la experiencia, las culturas orientales fueron capaces de desarrollar adelantos tecnológicos y de lograr importantes avances en medicina, matemáticas y astronomía.


Aristóteles, el gran filósofo griego del siglo IV a. C., reconoce en Tales, Anaximandro y Amaxímenes (tres filósofos de la ciudad griega de Mileto, del siglo VI a. C.), el origen de la ciencia y la filosofía. Según Aristóteles, su pensamiento implica una ruptura con el pasado porque utilizaron la razón como el medio adecuado de penetrar en la realidad. La religión y la mitología también son caminos para acceder al conocimiento de la realidad, pero mientras el mito supone una construcción simbólica para dar cuenta de las creencias colectivas o de las explicaciones requeridas por el espíritu humano, el pensamiento racional supone responder las preguntas en términos puramente conceptuales.

Si bien puede ser razonable afirmar que Tales fue el primer filósofo-científico (aunque con ciertas limitaciones), Lloyd sostiene que hay dos características que distinguen a los griegos de los pensadores anteriores:

1. el descubrimiento de la naturaleza,

2. el ejercicio de la crítica racional y del debate esclarecedor.

La investigación de los fenómenos naturales manifiesta el carácter propio de la ciencia, que pretende investigar lo universal y lo esencial, no lo particular y lo accidental. Por otra parte, el descubrimiento de la naturaleza lleva a la distinción entre el plano de lo natural y lo sobrenatural, y a la distinción clara entre este nuevo conocimiento y los antiguos mitos narrativos, que apelando a la intervención de fuerzas y pasiones divinas, y desconociendo toda exigencia de coherencia y corrección, intentaban dar cuenta de aspectos de la realidad que, a partir de ese momento, serán abordados a la exclusiva luz de la razón.

Respecto del ejercicio del debate, debemos decir que, como había diversas teorías que competían entre sí, y estos pensadores conocían las teorías de los otros, había la necesidad de examinar y evaluar las propuestas para poder encontrar la teoría más adecuada. La crítica se realizaba considerando los fundamentos de las ideas, formulando argumentos a favor de alguna y señalando limitaciones de las rivales. Y aunque todavía se presentaban las respuestas como soluciones definitivas de los problemas estudiados, esta exigencia de evaluar las teorías a la luz de sus fundamentos constituye, como señala Lloyd, una condición necesaria para el progreso de la filosofía y de la ciencia.

ACTIVIDAD Buscá en el diccionario el significado de las siguientes palabras y establecé su relación y sus diferencias: universal, particular, esencial, accidente.


2- El ideal platónico acerca del conocimiento

Para comenzar con Platón, vamos a trazar unos breves lineamientos que nos permitan entender grosso modo cuáles son los movimientos teóricos que nuestro filósofo pone en práctica en relación con el conocimiento.

Vamos a tomar como punto de partida la siguiente pregunta: ¿qué es el conocimiento? y sobre esto, podemos preguntarnos también ¿cómo se produce el conocimiento, ¿qué cosas podemos conocer?

En este contexto Platón va a intentar responder, en principio, estas preguntas haciendo uso de una alegoría que se conoce como “Alegoría de la caverna”, leída en la bibliografía.

Recordemos que una alegoría es un recurso que se pretende usar con fines didácticos, como cuando contamos una fábula a un niño pequeño para transmitirle, en un lenguaje que le sea accesible y comprensible, un cierto tipo de valores que se reflejan luego en la moraleja. Este mismo objetivo es el que motoriza el relato platónico que ahora nos interesa.

Recordemos que el relato habla de la existencia de unos hombres cautivos desde su nacimiento en el interior de una oscura caverna. Prisioneros de las sombras oscuras propias de los espacios subterráneos; además, atados de piernas y cuello con unas cadenas, de manera que tienen que mirar siempre adelante debido a que las cadenas no les permiten nunca girar la cabeza. La luz que ilumina el antro (interior de la caverna) proviene de un fuego encendido detrás de ellos, alto y distante.

Llegados aquí, Platón, por boca de Sócrates, nos dice que imaginemos entre el fuego y los encadenados un camino elevado a lo largo del cual se ha construido un muro, por este camino pasan unos hombres que llevan todo tipo de figuras que los sobrepasan, unas con forma humana y otras con forma de animal; estos caminantes que transportan estatuas a veces hablan y a veces callan. Los cautivos, con las cabezas inmóviles, no han visto nada más que las sombras proyectadas por el fuego al fondo de la caverna -como una pantalla de cine en la cual transitan sombras chinas- y llegan a creer, “faltos de una educación diferente”, que aquello que ven no son sombras, sino objetos reales, la realidad misma.

Glaucón, el interlocutor de Sócrates, afirma que está absolutamente convencido de que los encadenados no pueden considerar otra cosa verdadera más que a las sombras de los objetos (pensemos que es lo único que ellos han visto a lo largo de toda su vida, por consiguiente es lo único que “conocen”). Debido a la obnubilación (enceguecimiento - confusión) de los sentidos y la ofuscación mental en la que se hallan condenados (producto justamente de este estado de esclavitud), toman por verdaderas todas y cada una de las cosas “falsas” (falsas en el sentido de ilusiones ópticas). Una vez que Sócrates comprueba que Glaucón ha comprendido la situación, le explica que si uno de estos cautivos fuese liberado y saliese al mundo exterior tendría graves dificultades en adaptarse a la luz del sol; al principio, para no quedar ciego por la luz (como cuando nos despiertan abriéndonos la ventana y nos da el sol en la cara), buscaría las sombras y las cosas reflejadas en el agua; más adelante y de manera gradual se acostumbraría a mirar los objetos mismos y, finalmente, descubriría toda la belleza del cosmos. Asombrado (¿observás cómo es recurrente esta idea del asombro en el pensamiento griego? No la pierdas de vista, ya que es un punto importante de las dos primeras unidades del programa, y volveremos a encontrarla cuando pasemos al análisis de los textos Aristotélicos); asombrado, entonces, se daría cuenta de que puede contemplar con nitidez las cosas, apreciarlas con toda la riqueza policroma (con todo su colorido. Poli = mucho / cromo = color) y en el esplendor de sus figuras.

No acaba aquí el relato. Sócrates hace entrar de nuevo el prisionero al interior de la caverna para que dé la buena noticia a aquella gente prisionera de la oscuridad y esclavizada, haciéndolos partícipes del gran descubrimiento que acaba de hacer, a la vez que debe procurar convencerlos de que viven en un engaño, en la más abrumadora falsedad. Infructuoso intento, aquellos pobres enajenados desde la infancia lo toman por un loco y se ríen de él. Incluso, afirma Sócrates, que si alguien intentase desatarlos y hacerlos subir por la empinada ascensión hacia la entrada de la caverna, si pudiesen tomarlo con sus propias manos y matarlo, lo matarían; así son los prisioneros: ignorantes, incultos y violentos. Recordemos, entonces, que para Sócrates la ignorancia es la causa de la maldad.

Ahora bien, retomemos parte por parte el relato y busquemos la “moraleja” que aquí en realidad son una serie de conceptos filosóficos que se articulan entre sí:

En primer lugar observamos que existen dos ámbitos bien diferenciados, a saber:

1) el interior de la caverna, y

2) el exterior de la caverna.

Esta imagen alude a la concepción platónica de la realidad según la cual podemos hablar de “dos” realidades diferentes, la realidad inteligible (¿podés ver que suena parecido a “inteligencia”?) y la realidad sensible (acá nos remite a la palabra “sentidos”). En rigor de verdad esta distinción es sólo conceptual y didáctica, ya que para Platón, la realidad en sentido estricto, es sólo la inteligible, mientras que la sensible es mera copia, reflejo, proyección de la primera.

El mundo sensible es el mundo físico en el cual los seres humanos vivimos, el mundo de los objetos que captamos por medio de los sentidos, el mundo de la experiencia (empeiria). Es el mundo constituido por lo que vemos, oímos, tocamos, etc. Recordemos que para los griegos la experiencia sensible es la capacidad de acceder a lo que nos rodea mediante los sentidos, y en ningún caso debemos confundirlo con “experimento” aunque haya entre estos conceptos cierta afinidad. Entonces, este mundo visible, el mundo de los sentidos no es en rigor el mundo real. El mundo real es el mundo de las ideas (eidos), el mundo inteligible. En este mundo visible existe multiplicidad de objetos, sillas, mesas, floreros, átomos, electricidad, etc. Ahora bien, para Platón, conocer es “conocer lo Uno sobre lo múltiple”. Esta fórmula que parece muy complicada, en realidad nos habla de algo bastante cotidiano. Por ejemplo, supongamos que vamos a una mueblería, allí nos encontramos con varios modelos diferentes de sillas: sillas modernas, sillas estilo Luis xv, sillas con respaldos altos, otras con respaldos bajos, etc., sin embargo y a pesar de sus diferencias individuales, sabemos que todas son sillas. Una puede ser blanca, o negra o azul, pueden tener respaldos más bajos o más altos, distintos tapizados, etc., pero siempre que vemos a una de ellas o a varias de ellas decimos que son sillas. Entonces, ¿qué es lo que nos permite reconocer en la diversidad de sillas que todas y cada una de ellas son efectivamente sillas? EL hecho de “conocer” la idea de silla, o expresado de otro modo, el concepto de ¿qué es lo que hace que este objeto sea una silla y no un ventilador? Bien, ésta es la respuesta platónica a la pregunta qué es conocer. Conocer es conocer la “idea” (eidos) lo Uno sobre lo múltiple. Cada silla no es sino otra cosa que una “copia” de un modelo o idea que se encuentra en un ámbito no físico, esto es, el ámbito inteligible. Así el mundo inteligible está constituido por las “ideas” a las cuales accedemos ya no por medio de los sentidos, sino por medio del nous, es decir, la inteligencia. La noesis es la actividad mediante la cual accedemos a la “verdad”, esto es, la idea. Para hablar de conocimiento no podemos referirnos a las copias, sino que debemos remitirnos a las ideas (eidos).

En segundo lugar, y como consecuencia de lo expuesto vemos que el pensamiento platónico presenta una primera dualidad: mundo visible - mundo inteligible, que se relaciona con otra: apariencia - realidad. El mundo visible es el mundo de las apariencias, la auténtica realidad del ser está en el mundo inteligible. Y a su vez, tenemos otra dualidad relacionada con las anteriores: multiplicidad - unidad. En el mundo visible está lo múltiple (la diversidad de objetos), en el mundo inteligible, la unidad (la idea, eidos, única de cada uno de esos objetos).

Estas dualidades son de orden ontológico, es decir que se relacionan directamente con el ámbito de lo que existe, de lo que es la realidad. Ahora bien, esta dualidad ontológica está a la par de otra dualidad, que es de orden gnoseológico, es decir, relativo al conocimiento. El esquema sería el siguiente:

Imaginemos este recorrido como un ascenso desde la zona más oscura a la más luminosa, la más cercana al sol. Esto es desde lo que “aparenta” ser real, a lo que “realmente” es real.



Los hombres “atrapados” o que hacen depender su saber de lo sensible, no pueden acceder al conocimiento verdadero, toman la apariencia por la realidad y lo que ellos tienen es doxa (opinión) no epistéme (el saber). Para acceder a la epistéme, hay que conseguir que el alma se eleve al mundo inteligible y logre conocer la verdadera realidad y no la apariencia del mundo visible. La captación de las ideas (eidos) por medio del alma que se eleva permite acceder al conocimiento del verdadero ser, en tanto que los sentidos que se apegan a las “copias sensibles” conducen a la ilusión y la apariencia. La multiplicidad de objetos de este mundo no es la realidad sino apariencia que se interpreta como si fuera “la realidad”.

Acá tenemos entonces una dualidad gnoseológica: doxa (opinión) propia del ámbito sensible – epistéme (saber en sentido estricto), propia del ámbito inteligible. Esto, a su vez, se puede relacionar con otra dualidad epistemológica: el conocimiento del verdadero ser está en acceder al mundo inteligible, mejor dicho a la Idea suprema del Bien.

La verdadera ciencia, los entes matemáticos están en el mundo inteligible, en tanto que el conocimiento relativo de las cosas concretas está en el mundo visible.

Hay una jerarquía ascendiente en el orden del conocimiento (ejemplo de la cama): el filósofo accede a la idea de cama propia del mundo inteligible (epistéme: ciencia), el carpintero hace una cama material en este mundo visible (techné: artesanía), esta cama de madera es “copia de la idea de cama del mundo de las ideas”, y el pintor dibuja y pinta una cama que es copia (mimesis) de otra copia; el pintor copia en una tela una cama copiada del mundo visible que, a su vez es copia de la idea de cama del mundo inteligible. Lo que hoy denominamos artes plásticas para Platón es el escalón más bajo de conocimiento.

Así entonces vemos cómo el ideal platónico del conocimiento reposa en la búsqueda de una verdad absoluta que queda asegurada por la existencia de un ámbito inteligible o mundo de las ideas, en oposición al relativismo de las opiniones que pretenden fundarse en la experiencia de los sentidos o que pretenden “conocer” a partir de sus percepciones sensibles.

En el ámbito de lo sensible las cosas cambian, están sometidas a la corrupción, las cosas sensibles se rompen, se deforman, pierden su forma, de modo que el conocimiento que intenta fundarse en lo cambiante, cae en el relativismo, mientras que si fundamos nuestro saber en las ideas (eidos), ese conocimiento es “seguro” y “verdadero”.


3- Aristóteles: tipos y jerarquía del conocimiento

Aristóteles como Platón, conserva la tesis ( la idea central o afirmación más importante de un desarrollo conceptual) según la cual, el saber (epistéme) científico sólo puede serlo de aquello que es universal y no de las entidades particulares; sin embargo, vamos a encontrar que en la exposición del estagirita2 hay variaciones teóricas con respecto a lo que fue el planteo platónico.

En Metafísica I, 1 (ya leído en la bibliografía) Aristóteles comienza su exposición diciendo:

“Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos es una prueba de esta verdad. Nos agradan por sí mismas, independientemente de su utilidad, sobre todo las de la vista. En efecto, no sólo cuando tenemos intención de obrar, sino hasta cuando ningún objeto práctico nos proponemos, preferimos, por decirlo así, el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos dan los demás sentidos. Y la razón es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos da a conocer los objetos, y nos descubre entre ellos gran número de diferencias”.

Así nos deja claro que a partir del sentido de la vista podemos apreciar, reconocer, que todo aquello que es posible o susceptible de ser conocido (las cosas en su multiplicidad) son diferentes unas de otras, y es por esta misma razón, que si bien podemos conocerlas a todas, no necesariamente la manera en cómo las conozcamos va a ser la misma para cada una de estas cosas. Pongamos el siguiente ejemplo: un cirujano puede conocer mucho de cirugía, pero si jamás tuvo frente a sí un cuerpo, aunque posea la teoría probablemente no realizaría bien una cirugía tal y como lo haría alguien que sí estuvo cerca de un cuerpo y también tiene o maneja la teoría. Del mismo modo, por más cuerpos que yo vea, si no poseo la teoría, tampoco podré desempeñarme como un cirujano/a. Por otro lado, así como la medicina es una ciencia con un importante aspecto práctico, las matemáticas no; y claramente no aprendemos de la misma manera una disciplina que la otra.

Así pues, Aristóteles nos dice que las ciencias difieren entre sí, no sólo por el objeto del que se ocupan sino también por su exactitud o precisión. De esta manera el conocimiento puede “jerarquizarse”, según enseña nuestro filósofo.

Ensayaremos aquí, entonces, un esquema sencillo que muestre lo más claramente posible dicha jerarquía:


“Los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer por los sentidos. Pero este conocimiento en unos no produce la memoria; al paso que en otros la produce.” (Metafísica, I, 1)


1. Sensaciones (aisthesis):
Conocimiento que se obtiene por medio de los sentidos. Acceso a la multiplicidad de cosas existentes que pueden conocerse. Este conocimiento, si no tiene la base de la memoria o del recuerdo, sería fugaz ya que al olvidarnos es casi como no haber conocido.

2. Experiencia (empeiria):
Resultado de aquel conocimiento que produce memoria: “Y así los primeros son simplemente inteligentes; y los otros son más capaces de aprender que los que no tienen (memoria) la facultad de acordarse. [...] La capacidad de aprender se encuentra en todos aquellos que reúnen a la memoria el sentido del oído.” (Ob. cit.)

La memoria permite así reorganizar esos datos obtenidos por medio de las sensaciones, de modo tal que cobren sentido; al cobrar sentido hablamos de experiencia. Pensemos lo siguiente: “Tratá de hablar de algún suceso que no recuerdes…” Algo complicado, ¿no? Exactamente eso intenta mostrarnos Aristóteles, que no podemos conocer algo si previamente no guardamos algún recuerdo de ello. A partir de la experiencia, el ser humano ya cuenta con otros modos de saber que le son propios o exclusivos; esto es, que no comparte con los animales, pero que están todos apoyados en la experiencia organizada por la memoria: techné, epistéme, y sophía.

Techné / tékné (técnica o arte):
es el saber que rige la producción de algo. La techné es un saber superior a la mera experiencia, porque mientras por experiencia se sabe de un número concreto de casos, por techné se sabe de todos los casos de un mismo fenómeno.

Por ejemplo, nos dice Aristóteles en la obra citada: “El arte comienza, cuando de un gran número de nociones (ideas) suministradas por la experiencia, se forma una sola concepción general que se aplica a todos los casos semejantes. Saber que tal remedio ha curado a Calias atacado de tal enfermedad, que ha producido el mismo efecto en Sócrates y en muchos otros tomados individualmente, constituye la experiencia; pero saber, que tal remedio ha curado toda clase de enfermos atacados de cierta enfermedad; los flemáticos, por ejemplo, los biliosos o los calenturientos, es arte.”

Epistéme (ciencia):
saber demostrativo por las causas necesarias (es decir que no puede ser de otra manera diferente de la que es). “Los hombres de experiencia saben bien que tal cosa existe, pero no saben por qué existe; los hombres de arte, por lo contrario, conocen el porqué y la causa.” (Ob.cit.)

En este pasaje Aristóteles nos muestra qué hay que entender por ciencia, y en este caso nos dice “conocer el porqué y la causa”.

Yo puedo saber que cada vez que lanzo un objeto al aire, éste cae al piso, sin “conocer” por qué esto sucede cada vez, es decir, no conozco las razones que me permitan no sólo describir lo que sucede (“este objeto cayó cuando fue lanzado hacia arriba”), sino también por qué sucede; esto es, la causa o la razón (“este objeto cayó cuando fue lanzado porque existe una fuerza gravitacional que atrae a todos los objetos hacia el centro de la tierra”). Podemos “saber qué” a un determinado hecho le sigue consiguientemente otro hecho, pero “desconocer” la relación que explica esta asociación no azarosa de acontecimientos. Dicho de otra manera, podemos “saber que” sin saber “por qué”, y en ese caso carecemos entonces de epistéme. Poseemos epistéme cuando “sabemos qué y por qué”.

Sophia o filosofía primera (sabiduría):
es la ciencia más universal “ciencia de las primeras causas y primeros principios [...] concebimos al filósofo principalmente como conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible, pero sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular”. Es la más difícil de obtener, pues es la más alejada de lo sensible. Es contemplativa, su “causa” es el asombro. “Por último; no hay ciencia más digna de estimación que ésta; porque debe estimarse la más divina”. (Ob. Cit.)

De esta manera, damos por concluida esta tutoría. Sin embargo, recordá que esto no acaba aquí, y las cuestiones tratadas en esta unidad se relacionan con otras tratadas en la Unidad 1, así como también con cuestiones que vamos a tratar luego en la Unidad 5.

Es importante que siempre busques “integrar” los temas y no únicamente recordar datos. Tené en cuenta además que como dice Aristóteles, la “memoria” debe funcionar como “organizador” pero después el proceso de conocimiento continúa. Ya ves cómo podés aplicar lo que dice nuestro filósofo a la tarea de aprender que has comenzado.

Hasta aquí hemos visto la primera parte de esta unidad. Te proponemos que esta semana comiences a trabajar en la actividad integradora. La podrás completar recién cuando hayas terminado con todos los temas.


Actividad integradora de la Unidad 2

Para que los conocimientos estudiados en esta unidad cobren más sentido, te proponemos que elabores un esquema en el que articules los ejes importantes de los temas vistos, y ¡¡¡cuidado!!!, que no se trata de un resumen. Pensá que el esquema tiene que servirnos para clarificar el recorrido que hicimos en esta unidad. Pensemos entonces: ¿de dónde partimos?, ¿por dónde pasamos? Y ¿a dónde hemos llegado?
Para que la tarea no parezca tan ardua, te dejamos como pista estas palabras “asombro” y “conocer”.

Esta semana...
... la propuesta de trabajo es que empieces a elaborar el esquema antes mencionado con los temas vistos hasta el momento y expongas tus avances en el foro.

La semana que viene...
... continuaremos con la Unidad 2. Veremos por qué se sostiene que la ciencia nace en Grecia: qué diferencias hay entre los conocimientos desarrollados por egipcios y babilonios y los que se desarrollaron a partir de Tales, en la Grecia antigua.





1 Lloyd, G.E.R., De Tales a Aristóteles, Buenos Aires, Eudeba, 1977. 5

2 Aristóteles nació aproximadamente en el año 348 a. C. en Grecia, en Estagira, una región de Macedonia; de ahí que se lo mencione muchas veces como El estagirita.

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